En Mestalla se jugó un simulacro de semifinal. El partido de la vergüenza blanquinegra. El 7-0 del Camp Nou lo bautizó así. Fue una de las noches con menos alma que recuerda la Valencia futbolera. Un duelo que Gary Neville y Luis Enrique hubieran preferido anular del calendario. Un encuentro en el que la noticia estuvo casi más fuera que dentro del estadio.
En los aledaños se concentraron los indignados ches. Unos 200 miembros de la Curva Nord, en cuya grada había 12 aficionados. Literal. Contados. De hecho fueron los cánticos de los que estaban como gesto de protesta en la calle, principalmente contra los futbolistas y en menor medida contra Gary Neville, los que rompieron el silencio de Mestalla. Ellos y el gol de Negredo.
El Valencia pudo maquillar (y es mucho decir, la verdad) su adiós copero con el tanto del delantero y, a su vez, también el aspecto del graderío. Esto último lo hizo ubicando estratégicamente, allí dónde más enfocaban las cámaras de televisión, a los agraciados con las entradas que se repartieron entre los chavales de su escuela, ONG’s, asociación y peña de lo que fuera, entidades a las que se había invitado al partido desde el club.
Por lo demás, la velada solo sirvió para que canteranos como Fran Villalba, Iban Edu, Diallo, Samper, Cámara o Kaptoum se probaran con sus mayores. Para ello y para que los azulgrana con menos minutos pudieran tenerlos en mitad de febrero. Todo un lujo para los Bartra, Munir, Sandro o Mathieu, aunque más para los que se quedaron descansando en Barcelona. Fue precisamente el camerunés de 19 años el que firmó el empate tras asistencia de Cámara.