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Atlético de Madrid vence 6-0 a Celtic con doblete de Griezmann en la Champion League

Salió el Atleti con hambre de Champions y el miedo de volver a morir sin haber vivido primero. Salió el Atleti con hambre y amarrado a una bota que vuela. Avisado venía de Glasgow, del inicio en relámpago del Celtic, ese que en Escocia había arañado su único punto en el grupo de Champions. Simeone no quería más sustos, lo del año anterior o Las Palmas. Le faltaba De Paul, sancionado, pero nada es problema cuando tienes a Griezmann.

Ese Griezmann que, antes de que todo empezara, mientras los demás escuchaban solemnes el himno de la Champions, miraba atrás, a esa lona en el centro representando el balón que latía en las manos de los voluntarios, al ritmo de esa música que le llena las botas de fuego dorado de dragónPorque Griezmann es siempre el mejor y da igual dónde juegue porque siempre juega de todo. Centra, despeja y hace a la vez coberturas. Porque roba, crea, suma. Porque descarga, acompasa, dirige. Porque Griezmann acelera, frena y siempre está donde sea, afilando nuevas hojas que sumar a la navaja infinita de su bota. Y porque, además, a todo lo anterior le suma el gol. Seis minutos llevaba como interior en este partido y ya bailaban sus manos porque estaba a uno menos de los 173 de Luis. En la noche fría encontró calor en un nuevo aliado con el que jugar en su jardín: Rodrigo Riquelme.

Porque el chaval respiró la Champions, esa hierba del Metropolitano que se había bautizado hacía unos días ante el Alavés y se hizo viento para sumarse al vendaval Grizi. Ningún escocés era capaz de quitarle el balón. Ni siquiera Johnston en el segundo minuto cuando trató de frenarle con un pisotón que le dejó tendido (y que el árbitro no castigó). El Celtic ya superado, ya terriblemente incómodo, sin que a ninguno de los planes de Rodgers le diera tiempo siquiera a asomar, como ese Paulo Bernardo por Hatate. El Cholo apretaba su cuello con un Griezmann en todas partes. Ni siquiera necesitó pinchar de inicio con su delantera de estreno, Morata-Correa, porque ahí estaban ya Grizi Roro, los nuevos mejores amigos.

Riquelme se quitó en la segunda carrera a Johnston de encima para centrar y generar. McGregor despejó de cabeza pero, ay, que ahí andaba Griezmann por la frontal con la bota rebosando pólvora. Disparó, Carter-Vickers rozó y Hart tragó. Qué suba la música. Los primeros cuarenta y cinco minutos de los dos fueron de fútbol rock and roll y un monólogo infinito. Ayudó Maeda, claro, que a los veinte se fue a la ducha por plantarle los tacos a Hermoso en la tibia. La tarjeta, primero amarilla, se hizo roja tras pasar el árbitro por la pantalla. El escalón al Celtic se le hizo un abismo. Bailaba el Atleti sin precipitarse y buscando por dentro, con Koke, Grizi, Correa y Barrios. Y Riquelme desequilibrando por mucho que Nahuel empañara rifando cada centro como en una lotería.

Griezmann, de qué bendito planeta viniste

Rozó Morata la tragedia al casi marcarse un gol en propia puerta en un córner y aumentó después la ventaja tras un centro de Grizi y una dejaba de cabeza de Giménez, mientras el Metropolitano seguía admirando al francés y preguntándose de qué bendito planeta llegó y hacia donde miraban todos aquellos que en el último Balón de Oro le situaron en el puesto 21º. Gafas a granel.

Tras el reposo, Barrios se quedó en la caseta y Llorente ocupó su lugar. Los cuarenta y cinco minutos que siguieron los futbolistas de Rodgers solo querían que se terminaran y Grizi, que nunca lo hicieran. Siguió bailando el francés en su capa, oteando unos octavos que podrían cerrarse en el viaje de Rotterdam, y restando otro gol a la lista de los 173 de Luis. Fue de media tijera, le faltan cinco para igualarle. Controlaba cómodo el Atleti, con ocasiones (disparó 27 veces, 12 a puerta), ante un Celtic vapuleado y roto. Envió Giménez un balón al larguero, antes de que Lino regresara de la lesión sintiendo la competencia de Roro: hizo un gol, un tirazo desde el lateral del área, y dio dos, a Morata y Saúl para que el primero hiciera su 16º en la temporada, 12º para el Atleti, y el segundo cerrara la goleada. Mientras, la grada celebraba, cantaba y hacía la ola con los ojos en el banquillo y ese francés que en él ya descansaba, para batallas siguientes. Grizi. Qué bueno que volviste.

fuente: as.com

 

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